lunes, 8 de agosto de 2011

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La eterna primavera


El agua es el elemento que purifica las cosas y las libra de todo aquello que el ser humano ha dañado; el agua salada es la comunión entre lo humano y lo natural.

“Sin vacaciones hasta septiembre” era la frase que me rondaba la cabeza desde que empezó el mes de julio, tal vez tuve ganas de maldecir a alguna autoridad universitaria o alumno que encabezó la toma de la universidad por más de un mes, pero era hacer hígado en vano… la ANR ya había puesto una comisión de orden y todos agacharon la cabeza sin tregua alguna.
Luego de haber sido reportero para otro periódico local por las vacaciones forzadas y pasarme las noches leyendo, me propusieron viajar… la cosa fue señalar bien a qué parte del país, Huánuco o Trujillo. Era indudable, amé, amo y amaré el mar y el clima de la costa.
Así que llegó la última semana del mes, donde todos los fanáticos cuelgan sus banderitas bicolores y se incrementan con el complejo de “si mi bandera es más grande, soy más patriota”. Bueno, al final todos tenemos que ponerlo (quizá porque no tenemos tanto dinero para pagar las multazas que ponen las municipalidades).

Dejando la posería de lado, enrumbé a Lima y por primera vez no llegué a mi jato, que fue algo extrañamente nostálgico.

Preferí ir a una agencia de transporte para embarcarme en un vehículo más seguro, sin embargo, acepté la idea de ir al terminal de Fiori… más por curiosidad y la adrenalina que provocan esos viajes donde el carro para cada cierto tramo, no te dan comida ni cobija y te las ves más por ti mismo.

Esta vez iba más allá del “Norte”, mucho más lejos de aquella parada que tengo desde hace seis años. El lugar donde he guardado parte de mi esencia para poder vislumbrar un poco de eternidad. La misma eternidad que llevo en el corazón en forma de primavera.

Mientras escuchaba a los MGMT, Cajun Dance Party y Coldplay iba avanzando observando el mar, claro… en tanto por tramos se podía divisar.

Entre tablazos, dunas y esteros llegamos a Huarmey donde por fin se estacionó el carro luego de tenernos moribundos del hambre, y como caníbales salimos a buscar una mesa desocupada, pero cuál era el menú… “pescado o pollo frito”. Sólo me gusta el pescado en ceviche y del pollo estoy cansado. Me sentí como en las últimas elecciones presidenciales. Así que tuve que esperar al pollo.
Pasaron media hora y éramos varios que sólo vimos circular los platos, hasta que nos dijeron “se nos acabó el pollo”. Nooo… Era notable que tal negligencia ocurrió porque el restaurante no se daba abasto de atender a los pasajeros de tres carros a la vez. No quedaba otra: buscar al chofer para lincharlo.

Con un par de huevos sancochados en el estómago continué en el viaje, me topó el sueño y recuerdo que ya entrada la noche prendieron las luces y anunciaron que estábamos en Chimbote, aún soñoliento pude divisar algunas casas y al salir de la ciudad sentí un ligero olor a pescado, creo que eso me hizo dormir nuevamente.

Monumento a la Libertad, esculpido por Edmundo Moeller
Un par de horas después ya estábamos en Trujillo, lo primero que quise hacer fue “comer”, sin embargo había que cumplir el protocolo, primero buscar un hospedaje, bañarse, cambiarse de ropa, etc… pero todo me llegó al par de huevos (sancochados).

El dueño de hotel muy parecido a un viejo amigo, nos recibió muy cálido… luego visitar la plaza aunque necesitaba alimentarme, corrí a la pollería Cachito que me recomendaron, porque por las noches hay más pollerías que cabinas de Internet.

Los días en Trujillo transcurrieron, uno más largo que el anterior, uno más cálido que el otro.

Definitivamente tendré que volver, me sentí realmente cómodo, como en casa. Serán eternos los recuerdos de la visita a la Huaca de la Luna y Huaca del sol, Huaca Arcoiris, Chan Chan, la ciudad de barro más grande del mundo y, por su puesto, Huanchaco. Uno de los taxistas de regreso a la ciudad, nos comentó que hay muchos más lugares que nos faltó visitar, como hacer esos tour más alternativos.

Ocaso en Huanchaco
El lado frívolo tocó cuando fui al Real Plaza y encontré una Bembos… después de años, luego para más noche un merecido whiskie que convirtió la noche en algo más allá de horas de oscuridad.

Las veces que estuve en Huanchaco pude observar unos ocasos que parecía apretarle el corazón al cielo y se lo exprimían entre las nubes. Probé el mejor ceviche, paseé en caballito de totora, comí Frito en todos los desayunos que estuve por allá.

Estaba caminando por Lima o por Trujillo, salía del Centro Cívico para tomar el bus de regreso a Huancayo, salía de una agencia de regreso a Lima.
Estaba en alguna parte del país, caminando, entre la arena o el asfalto, mirando un anochecer o el eterno ocaso que revivía la primavera que guardo siempre adentro, en ese espacio infinito que almacena los buenos sentimientos.
El sol se despide

Hasta un próximo lunes.

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