Un torrente de energía y (casi) desesperación pusieron a mi cuerpo en demasiada actividad, fue como si la espectacular tarde en Pimentel me hubiese susurrado algo lento que debía escuchar varias veces hasta saber qué era. La inquietud y la curiosidad me arrastraron por las calles de Chiclayo, un viento suave me llevó a encontrar la respuesta del susurro.
Cuarto para el otoño
Ni vidrio perfecto
o palabra apresurada,
el sol no perdona a las persianas
Aire que sólo asfixia,
lámpara de llanto
y dolencia ausente
¡Laberinto!
Sismo en el cuarto piso
con un ombligo fresco
sacudiéndose la sal
Y la necesidad por palpar
el humo que hemos sido,
consumados,
medianoche y los pasos
evaporándose por Balta.
Hasta el próximo post.
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